Descansar. Esa sensación de detenerse, de poder dejar hacer lo que estamos haciendo o dejar el «como hemos estado». Esa sensación interna de parar volviendo a la acomodación suave del cuerpo, a su entrega a la gravedad sin ninguna presión ni obligación de hacerlo. Cuando se descansa de esta manera, aquietando la mente, los movimientos internos, la intención misma de «no hacer», se produce un estado de sanación. Es un espacio de poder dejar lo externo y volverse a una misma. La atención deja de estar hacia fuera: el mundo, las relaciones, los deportes, los estudios, los hijos… es decir, cambiamos la dirección del «hacer»; el «darse»; «el cuidar a los demás» para dirigirte a ti misma; y esto, a menudo, resulta difícil e incómodo. Incluso puede resultar confuso, ya que nuestra educación, que es la que forma nuestro sistema de creencias más arraigado, se enfoca en «el hacer» y los resultados ( en busca de éxito más que en busca de experiencias). Obviamente, con todo este panorama, no tenemos espacio para el descanso profundo y nutritivo.
A parte, durante la pandemia hemos cambiado nuestros hábitos de trabajo, de «estar» con los demás y de nuestros hijxs (quién los tenga). Esto nos ha aumentado los niveles de estrés en los hogares, los cambios de ritmos, la organización y en cierta manera la tranquilidad de la previsión. Vivimos en un estado de continuo cambio de manera improvisada, no nos permiten planificar las semanas sin que haya cambios. ( grupos confinados, trabajos en casa, cambios de reuniones…). Nuestra mente está más activa de lo habitual y nuestro sistema nervioso se siente afectada por estos elevados niveles de estrés y ansiedad.
La buena noticia es que podemos aprender a descansar, si llevamos una práctica habitual y unos hábitos que nos re-programen las creencias sobre lo que significa «descansar» para cada uno. Esto es un gran paso para las futuras generaciones, es decir, es un beneficio exponencial ya que educaremos desde el descanso. Esto conlleva ser menos reactivos, poder gestionar mejor el estrés, ser asertivos en nuestros limites, tener mayor consciencia de nuestros ritmos internos y poder gestionar nuestras emociones. Aprender a descansar es una necesidad de esta generación que se ha perdido completamente en el movimiento externo, generando enfermedades emocionales, psicológicas y física.
En los grupos de trabajo, observamos que hay hábitos de «hacer, hacer, hacer» que nos impiden realmente parar en todos los sentidos. ¿Te suena? Ya no hablo solo de los hábitos más visibles como el trabajo, el cuidado de otras personas, las compras, el día a día ajetreado y las agendas sacado humo cuando hay un imprevisto por «hacer». Me refiero a esos momentos que «creemos» descansar pero seguimos en el «hacer» bajo el seudónimo de»placer»o «desconectar». Es decir, mal interpretamos la frase de «mirar la tele» «quedar con los amigos» «hacer deporte» incluso «ir a meditar». A pesar de sus múltiples beneficios que nos pueda aportar, que no voy hablar en este post, esto no es descansar. Detrás de todas ellas se esconde un «impulso de hacer algo» que nos impide el descanso. Tampoco es descansar lo que entendemos por la buena persona espiritual, es decir, ir en pro de la calma o la tranquilidad. Me encanta la descripción de Robert A. Johnson en su libro «entre el cielo y la tierra»: «Muchas de las llamadas personas espirituales se imponen la tarea de aumentar su bondad en su vida, o la cantidad de luz, o de brillo, o de felicidad. se trata de un viaje egocéntrico. A veces creo que el cansancio es la mejor herramienta para la iluminación, porque hace que el ego deje de intervenir. Finalmente se va reduciendo, para que lo divino pueda penetrar.»
Entonces el verdadero descanso está más conectado con la divinidad interior, con la verdadera conexión con la fuente, con la verdadera meditación del no-hacer. Alejado de esa imposición interna que quiere llegar a ser , hecho que implica hacer algo de nuevo.
Un paso más allá seria descubrir lo que significa para ti realmente del descanso. Para cada uno la palabra «descanso» es diferente y tendrá su propio recorrido para llegar a él; y no me refiero al discurso intelectual o lo que hayas leído de un libro de auto ayuda; sino la reacción automática de todo tu cuerpo, que es la que nos habla de tu verdadera creencia sobre el descanso. Tampoco existe una manera correcta de descansar, ¿te animas a descubrir que significa para ti el descanso? Recuerdo en unos encuentros grupales de Hakomi donde me encontré de lleno en este dilema. Una entrenadora dijo » ya puedes descansar» y todo mi cuerpo reaccionó a ello como si ya me fuera a morir. A pesar de mis trabajos personales y de desarrollo personal a lo largo de mi vida, nunca me había dado cuenta con tanta claridad que mi inconsciente atribuía el descanso con el hecho de «morirse». Vaya! así es imposible que pueda descansar en vida» Me dije a mi misma.
Este conocimiento profundo me hizo parar de verdad, ubicar mis prioridades y entender desde donde elijo hacer las cosas. Evidentemente que hago, sigo haciendo muchas cosas. Pero también descanso y puedo poner stop a los ritmos externos, me balanceo entre el interior y el exterior, no de manera equilibrada a ojos de los demás, sino desde la escucha interior.
foto Guzman Earth Photo ; Agradecimientos a Maria y Laura por ceder su imagen durante una sesión de Hakomi.